martes, 8 de noviembre de 2011

La asombrosa Safo

Pues hoy voy a hablar de la literatura Grecolatina y de una autora suya llamada Safo. Como tenía que hacer el ejercicio sobre un autor grecolatino, decidí que el ejercicio sobre qué era la literatura Grecolatina la introduciría en esta entrada como introducción para la hablar sobre Safo. Me he decantado por esta poetisa porque las otras opciones que teníamos ya las conocía y decidí investigar, animada finalmente al leer el poema de la entrada de referencia que Luisa nos ofreció.
La literatura grecolatina está compuesta por las producciones literarias llevadas a cabo durante la Antigua Grecia y durante la Antigua Roma. Siendo los griegos sus creadores, desarrollaron una serie de cánones artísticos y filosóficos, imitados como en casi todo por los romanos que también incluyeron grandes aportaciones. Con la expansión de los imperios fueron conocidos en todo el occidente cristiano.
Pues ya me introduzco con la autora:
Safo fue una poetisa griega de la que no se guardan muchos datos biográficos. Dentro de lo que se conoce, se especula que nació entre los años 630 y 612 a.C. y que murió hacia el año 570 a.C.; aunque no hay una fecha concreta por la falta de información de que disponemos. Nació en la aldea lesbia de Eresos, aunque se trasladó más tarde a Mitilene. Procedía de una familia aristócrata, ya que su padre era un próspero comerciante de vinos y tenía tres hermanos menores. Cuando ella era pequeña, su padre tuvo que marchar a una guerra en la que murió. Entonces, Safo fue la que continuó con el negocio e introdujo a sus hermanos.

Participó en muchas revueltas políticas contra el tirano Pítaco, tanto que hasta ayudo a una conspiración contra su muerte, que la llevo al exilio marchando a Siracusa. Safo tenía un espíritu rebelde debido a su posición social. Al volver a Lesbes fundó una academia que enseñaba arte, danza, literatura y canto a un grupo de mujeres jóvenes.
Se sabe que Safo amó tanto a mujeres como a hombres, ya que se vio reflejado en numerosas de sus composiciones sin ningún tapujo. De ella nació el término sáfico. Como ya he dicho, casi toda su poesía está dirigida a mujeres y algunas a sus hermanos. Escribió en total nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos. Su poema más importante es la Oda a Afroditaaunque cabe destacar también la Oda a las NereidasEscribió sus obras en dialecto aeólico y sus poemas fueron copiados repetidamente a lo largo del tiempo en diversas épocas. Se dice que el papa Gregorio VII ordenó quemar todos sus escritos tachados de inmorales y pecaminosos con lo que se perdió una parte de su obra. Su poesía se caracteriza de sencillez, intimismo y sentimiento. Los versos son tan apasionados como simples, y dejan clara la constancia de su atracción y relación con otras mujeres, aunque tuvo amantes masculinos como el poeta Alceo, al que menciona en varias de sus obras.
Su obra más destacada es, como ya hemos dicho, la Oda a Afrodita, en la cual Safo, hablando en primera persona, pide a la diosa que le sean otorgados los amores de alguien. Para Safo Afrodita es la diosa que concede los favores amatorios, es la confidente, la que intercede, la que acude cuando el sentimiento amoroso conduce a la locura.La obra sáfica es por lo tanto revolucionaria en cuanto estructura una visión de mundo desde el paradigma femenino, subvirtiendo la mirada masculina que caracterizaba la Edad Arcaica. El mundo heroico, brusco y fuerte de la poesía épica y las gestas militares del pasado, da paso a uno sensible, delicado y suave, es decir, femenino. Safo adopta en su obra una posicion subjetiva, tomando como objeto de su arte su propia interioridad; vaciaba su propia alma en el molde de los versos, para que los demás nos identificáramos o nos disociáramos de ella. 
Os dejo un fragmento de la Oda de Afrodita:
¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y sexo
Ruégote, Cipria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Jove
Alta morada.
El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.
Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—
¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?
Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio ofreceráte dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.
Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.


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